A raíz de la reciente imputación de Cristina de Borbón por su presunta implicacíon junto a su marido en los turbios asuntos del caso Noos, oí decir esa mañana al ministro de Asuntos Exteriores, García Margallo: "Cualquier cosa que afecte a una institución que ha sido capital en la Transición española y que es capital para el prestigio de España en el exterior, causa una enorme preocupación".
De la esperada defensa que haría un ministro del PP de la monarquía lo que más me ha llamó la atención, aunque no me causó sorpresa alguna, es la manida referencia a la Transición Española. Han pasado ya más de 35 años desde la muerte del dictador Franco. La gran mayoría de los españoles mayores de edad no hemos votado la actual Constitución y mucho menos vivido la Guerra Civil y la postguerra.
Sin quitar mérito al modo pacífico en que se produjo el paso de una dictadura a una democracia, con muchos defectos pero democracia y entendiendo que en aquel contexto era preciso tragar saliva y tirar para adelante aceptando indeseables compañeros de viaje por el bien común, no deja de parecerme inadmisible ya que se siga justificando el estancamiento del estado actual de la democracia española en base al Espíritu de la Transición.
Aludiendo al Espíritu de la Transición algunos justifican que no haya resarcimiento ni justicia en la memoria de las víctimas del franquismo. Otros justifican desde una supuesta posición de izquierdas que nuestro jefe de estado no sea elegido democráticamente. Muchos se escudan en ese Espíritu para defender una postura inmovilista en lo que a la reforma de nuestras instituciones se refiere. La mayoría de nuestros políticos, se ve, prefieren que las cosas sigan como están (que mucho trabajo les costó ponerlas en orden) antes que enfrentarse de nuevo a un futuro incierto y afrontar cambios que son de justicia pero que bajarían de su poltrona a muchos y sacarían a relucir sus miserias a otros.
Será porque los ciudadanos de a pié ya nos enfrentamos a un futuro incierto que la mayoría estamos pidiendo ya los cambios que esta sociedad necesita para progresar y para ser lo que el verdadero Espíritu de la Transición representa: un pueblo que no se rinde, que busca la justicia y en el que todos encontremos nuestro sitio.
Necesitamos de nuevo una Transición que remueva los cimientos del Estado y que nos proporcione instituciones renovadas en las que los anhelos del ciudadano de hoy se vean refrendados. Conceptos como participación pública en un gobierno abierto, cooperación, sostenibilidad, transparencia en la gestión mediante acceso libre a la información, garantías de los derechos sociales en educación, sanidad e igualdad, defensa de los intereses públicos frente a los intereses particulares, etc. deben ser puestos en valor y adoptados plenamente en un nuevo proceso constituyente.
El pueblo está preparado para este cambio, el pueblo necesita este cambio y de nuevo lo podemos dar de manera pacífica y ejemplar. Este es el auténtico Espíritu de la Transición.